miércoles, marzo 15, 2006 

Pequeñas cosas


Recordando varios acontecimientos me doy cuenta de que he hecho cosas de las que me he arrepentido. Una de ellas fue en la secundaria. Por esas fechas llevaron a la escuela mesas de ping-pong y un maestro no enseñó a jugar. Mis 2 mejores amigas y yo nos metimos de lleno en ese asunto. Pasado un tiempo llegamos a ser buenas jugando, no demasiado, pero éramos buenas.

El maestro nos invitó a jugar en un concurso y aceptamos por el simple hecho de estar juntas y de divertirnos. Quedamos (la primera etapa del concurso era entre los mismos alumnos de la secundaria) y pasamos a la segunda fase que fue en puebla. Si ganábamos nos íbamos al nacional. Llegando a Puebla nos dimos cuenta de que nuestras oponentes nos superaban con creces, llevaban cerca de 4 años practicando ping-pong, contra los escasos 3 meses que llevábamos nosotras.

Le tocó el turno a mi primera amiga (a la que yo consideraba superior a mí) y no ganó ni un set. Aunque metió varios puntos. Después me tocó el turno a mí, gané un set, pero los 2 siguientes los perdí, mi otra amiga jugó al final y perdió por muchos puntos. Obviamente no íbamos a pasar todas, de nosotras, sólo una era la que tenía derecho a pasar a la fase nacional. Yo era la que iba en primer lugar (para mi propia sorpresa). Una amiga se enfrentó contra otra compañera de nuestra misma escuela y le ganó, el partido estuvo bastante reñido. Finalmente me tocó a mi contra mi otra amiga (la que perdió por muchos puntos) el primer set lo gané fácilmente. Al término del set mi amiga se acercó a mi desesperada y me dijo:

-Déjame ganar el set por favor, yo sé que tú me ganarías fácilmente, pero no quiero quedar en vergüenza.

Yo acepté, no perdía nada, a mi parecer. El segundo set lo perdí olímpicamente. Y el tercero lo gané. Al dar los resultados me tomé con la desagradable noticia de que no había pasado, la que había quedado era mi amiga (la que jugó primero) me alegré por ella. Aunque me quedó cierta desazón. El triunfo pudo haber sido mío y lo dejé escapar. Mi amiga se sintió mal por mí, pero ni ella ni yo hemos vuelto a hablar del tema.

Desde ese día me hice la promesa de que no volvería a sacrificar algo que de verdad me importaba por algo que no fuera tan urgente. Pues, aunque quería mucho a mi amiga, si ella hubiera perdido el set, nadie le habría dicho nada, es más, la habrían felicitado por su desempeño. Son pequeñas cosas que al final importan mucho y pueden cambiar muchas cosas en la vida.

domingo, marzo 05, 2006 

El fin de mi servicio

El martes de la semana pasada terminé mi servicio en el kinder. Sin embargo, las maestras nos pidieron (a mí y a mis amigas que también hacen servicio ahí) que fuéramos el viernes, cosa que hicimos. Nos llevamos una grata sorpresa al descubrir que los niños nos habían hecho algunos regalos y las maestras nos habían preparado un convivio.

Pude comprobar que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; pues justamente el miércoles comencé mis prácticas en un despacho contable. ¡Es exactamente lo opuesto a mi servicio! En el kinder la calidez de los niños era algo que atrapaba, absorbía. En el despacho lo que absorbe son los números.

Me gusta la contabilidad, pero no es lo mío. En las prácticas apenas y tengo oportunidad de estar de pie, pues la mayor parte del tiempo me encuentro sentada capturando datos. A mi siempre me ha gustado el olor que despide una biblioteca, el olor de cientos de libros que esperan a ser leídos, el olor de una vida, de una historia. En el despacho se puede percibir el olor del papel, pero es distinto. Ahí es el olor de los negocios, del trabajo que espera impacientemente a ser terminado.

Creo que extrañaré el kinder, aunque regresaré pues no alcancé a despedirme de Oscar. De cualquier manera, tendré que terminar mis prácticas.